Una vez en el desierto, las poblaciones se cuentan por oasis, no
tiene ninguna posibilidad un asentamiento humano de ningún tipo sin agua, ya se
dedique a la agricultura o la ganadería.
Así llegamos al oasis de Kebili (fotos 1, 2 y 3) formado por un hermoso palmeral
regado por una fuente llamada Rass el-Ain, y que hasta el siglo pasado fue un
importante mercado de esclavos sudaneses.
Buscamos el manantial, con la intención de darnos un baño, pero nos tenemos que
contentar con ver unas fotos antiguas colgadas en una pared de como era
antiguamente (foto 4), más recientemente (foto 5), pero la realidad es que nos
lo encontramos seco, o por lo menos no habilitado para en baño (foto 6).
Así que nos fuimos a dar una vuelta por el palmeral (foto 7), y nos metimos en
una plantación donde toda la actividad gira en torno a las palmeras datileras.
Estas palmeras llamadas por los botánicos "Phoenix dactylifera", tienen un
tamaño impresionante, entre 20 y 25 metros de altura (fotos 8 a 15), con un
tronco de hasta 80 centímetros de diámetro. Sus hojas de hasta 5 metros de
longitud, y su vida de hasta 200 años, dando fruto a partir de los 5 o 6.
En las plantaciones, las palmeras están muy juntas, y protegen contra en calor a
los árboles frutales que hay bajo ellas. Y la principal característica de ellas,
es que sus flores son de un solo sexo, lo que exige una polinización artificial
manual una por una, teniendo que trepar los obreros a ellas (todas palmeras
hembra), y colocar ramos machos cargados de polen. En Septiembre y Octubre que
es cuando nos encontramos ahora, comienza a madurar el fruto, y adquirir esa
transparencia de color ámbar, en ese momento se envuelven en sacos de plástico
para protegerlos de los parásitos, la lluvia y el polvo arrastrado por el viento
del desierto. Ya en invierno se recolectan los grandes racimos de dátiles,
subiéndose los operarios a lo alto de la palmera y cortándolos a machetazos...