Volamos a Cuzco. Hace varios días que todo el mundo nos advierte que eso está
muy alto, que nos marearemos y nos dará mal de altura, nos lo dicen y nos lo
dicen hasta la saciedad. El caso es que ya empezamos a creérnoslo, y parece que
no somos los únicos, ya que nada más desembarcar y bajar del avión la gente se
empieza a desmayar y caer al suelo. El espectáculo es ridículo, absurdo, pero
por las caras que ponen parece bastante real...llegamos al hotel, y más de lo
mismo, que descansemos, que nos vayamos a dormir y nos preparan un mate de coca,
porque va bien para la altura. Nos lo tomamos ( foto 1), y las mujeres ceden, yo
estoy demasiado excitado como para ir a hacer la siesta, y me voy a dar una
vuelta a ver que veo por los alrededores del hotel.
La primera impresión es de tranquilidad, calles estrechas (foto 2), algunas con
nombres impronunciables (foto 3), y los típicos balcones cuadrados van
reapareciendo conforme te acercas al centro (foto 4).
Pero lo que más ha cambiado definitivamente es la gente, sus rostros,
vestimentas coloridas, todo amabilidad y sonrisas. Se dejan fotografiar, les
gusta y te sonríen (fotos 5,6,7 y 8)...