A la distancia que se aprecia en la (foto 1), se encuentra Pompeya del
volcán Vesubio, el que la sepultó en el año 79 d.C. y la conservó para la posteridad
bajo una montaña de materiales volcánicos, hasta que el siglo XVII, el estudio de unos
textos antiguos reveló su existencia.
Todo ha quedado perfectamente conservado, pero explorar este inmenso yacimiento (Pompeya
tenía unos 25000 habitantes), requiere todo un día, soportar el intenso calor y llevar
varias botellas de agua. En la taquilla junto con la entrada regalan una pequeña y
completísima guía con fotografías de cada lugar de interés y su situación en el
mapa, lo cual ayuda a no perder en tiempo en calles secundarias visitando pequeñas casas
que pronto nos parecerían todas iguales.
La visita nos traslada a la roma antigua, y nos enseña como eran sus
ciudades, calzadas (foto 2), edificios públicos (foto 3), y casas privadas cuyos interiores
han quedado perfectamente conservados, con sus pinturas (foto 4), patios, cocinas, y lugares de
esparcimiento con jardines y piscinas, y también los de trabajo, apreciándose
perfectamente que casa era la del herrero, y cual la del panadero por ejemplo. Todo está
como el día de la erupción, ya que ni sus habitantes tuvieron tiempo de escapar, lo que se
demuestra por el gran número de cadáveres encontrados, y no es que la lava los
conservara, sino todo o contrario, los volatilizo completamente, pero al enfriarse la lava al
deshacer el cuerpo quedó el molde perfecto de la persona, e incluso la posición en la que
quedó atrapada (foto 5), hoy no hay que más que rellenar esos moldes con yeso...