Pero por la noche sucede lo que nadie deseaba: Comienza con una estruendosa
tormenta eléctrica en la lejanía, pero cada vez se oían los truenos más y más
cerca. Luego se puso a llover, y luego más y más en forma de diluvio universal.
No podemos hacer más que preocuparnos por el descenso y esperar. Llega a llover
tanto que la laguna junto a la que estamos acampados se desborda, y el río que
forma para desaguarse atraviesa el campamento inundando todo (fotos 1 y 2).
Algunos marineros de alta montaña abandonan el barco y se refugian en sus
coches, el viento es huracanado, y no podemos ni salir de las tiendas. En una de
las veces que salgo a tomar fotos en medio de la tormenta casi a 4000 metros, mi
tienda es literalmente arrancada y tumbada por el viento con Heike y Ana Sofía
dentro (foto 3).
No se puede aguantar más así, hay que recoger como podamos, y auto-evacuarnos un
par de miles de metros más abajo, para resguardarnos de la fuerte tormenta de
viento y lluvia.
El problema es que sería muy peligroso bajar por donde subimos, todo estará muy
embarrado y no habría margen de error frente a una patinada con la pista muy
estrecha y resbaladiza y con un gran precipicio amenazante.
Al subir vimos un camino que baja al otro lado del valle, no sabemos ni siquiera
si tiene salida, pero no tenemos alternativa, y hacia el nos dirigimos en medio
de la tormenta que no quiere parar (foto 4).
Nuestra suerte mejora algo, y a pesar que la bajada es muy empinada y está llena
de barro, el terreno tiene mucha piedra, lo que facilita el agarre de los
cauchos (foto 5),y aunque en algunas partes el barro es profundo , casi siempre
se concentra en lugares planos, con lo que incluso nos divertimos atravesándolo
(foto 6).
Conforme perdemos altura, también pierde intensidad la tormenta, e incluso deja
de llover. Y ya salvados, más tranquilos y relajados, volvemos a disfrutar de la
montaña en familia (foto 7), pero la pasamos realmente mal...